Soy una oveja negra

 

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¡Cuánto dolor! ¡Cuántas decepciones por no encajar en la familia!

Cuando era pequeña, durante mi adolescencia, mi juventud y hasta hace bien poco, me he sentido un bicho raro. Incomprendida y terriblemente sola, sin poder compartir abiertamente mis inquietudes, mis ideas o mi forma de ver el mundo.

“¡Estás loca!” era el comentario que siempre escuchaba cuando hablaba de las cosas que quería hacer o de lo que pensaba. Ahora sigo escuchándolo alguna vez que otra, cuando se olvidan de quién soy en realidad. De que ya no me siento intimidada, sino orgullosa de ser diferente, de poder alzarme con mi propia identidad.

No saben que las ovejas negras somos seres especiales que venimos a este mundo con un propósito importante, que estamos aquí porque sin nosotras, el cambio no es posible.

Somos las que rompemos moldes con todo lo que eso conlleva. Obligarnos a seguir al rebaño es un éxito frustrado, una y otra vez, nos saldremos del redil. Es nuestro sino, está marcado en nuestros genes y es inevitable.

El mundo necesita de las ovejas negras para sanar sus linajes, sus clanes, al ser humano.

Si eres una de nosotras, si te sientes una oveja negra, siéntete digna y orgullosa de serlo, pues tu labor es necesaria para la Nueva Era que está por venir y que ya empieza a intuirse.

¡Ya no estás sola!

Iria Né Zák

¡Toca madera! Oda a un árbol caído

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Ya no estaba. Me di cuenta enseguida, aquella mañana de finales de verano durante mi paseo matutino por el bosque. Enseguida noté su vacío. Y es que había sido un ser grande, pleno y vital, pero ya no estaba. Su tocón casi a ras del suelo era el único testigo de su existencia ahora sesgada de cuajo, porque sí, sin motivo aparente.

Me sentí rota por dentro. Un gran dolor se apoderó de mí, igual que se hubiera perdido a un viejo y querido amigo. Porque es lo que era: un gran amigo que me saludaba cada día en un vaivén de sus altas ramas y me cobijaba bajo su sombra en los calurosos días de verano.

Ahora había desaparecido. Se lo habían llevado. Miré tan desconsolada aquel tocón que aún sumergía sus raíces en la tierra en un desesperado intento de seguir siendo. Y lloré. Tan triste, dolida y tan impotente. No podía entender, no puedo comprender, ese afán que tiene el ser humano  de cortar por lo sano, de destruir sin más todo lo que le molesta. Según él…

No pude por menos que decirle cuánto lo sentía, de pedir perdón por la absoluta necedad de mis iguales. Por su incomprensión, su falta de respeto por los demás,  por su incapacidad de sentir,  y su falta de consciencia. Si al menos hubieran tocado madera…

Los antiguos eran respetuosos con los demás hijos de la Madre Tierra. Agradecían a los animales la vida que entregaban para el mantenimiento del clan, y daban paz a su espíritu. A los árboles le pedían permiso para talarlos, pues sabían que también ellos albergaban un alma, un espíritu árboreo. Tocaban madera. Colocaban sus manos sobre el tronco del árbol elegido y le pedían al espíritu que lo abandonara, para que quedara solo la parte física que iban a necesitar. Si sentían que el espíritu del árbol se iba, entendían que tenían permiso para talarlo y daban gracias. Si lo cortaban sin haber tocado madera, algo malo podría sucederles.

Pero eran tiempos en que el ser humano estaba conectado con la Naturaleza.

¡Lo siento tanto hermano, amigo! Seguro que no tocaron madera. Ellos ya sabrán de sus consecuencias…

 

Iria Né Zák

 

 

Las otras miradas

 

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Si nunca te has visto reflejado en la mirada limpia e inteligente de un perro, o atrapado en el hechizo de los misteriosos ojos de un gato.

Si no te has perdido en los insondables ojos de un pájaro, o en la hipnótica mirada de una serpiente.

Si los negros pozos que son los ojos de un caballo no te han robado el corazón, si no te has sumergido en ninguna de esas miradas ni en muchísimas otras como esas, tan  intensas, tan penetrantes, tan humildes, tan grandes e infinitas, tan antiguas y tan sabias, siento decírtelo, no has sido elegido por sus almas.

Ser elegido por ellos es un honor inconmensurable. Aquellos tocados por su esencia son sostenidos por su sabiduría ancestral. Vibran en  frecuencias más altas: de empatía, de  generosidad,  de  lealtad,  de honestidad, de fe,  de valor,  de amor incondicional.

Si eres uno de esos afortunados, lo sabes. No traiciones nunca la confianza que ellos depositaron en ti.

 

Iria Né Zák